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martes, 2 de julio de 2013

Crítica - Construcciones de la discapacidad en Lecciones para una liebre muerta de Mario Bellatín

Construcciones de la discapacidad en Lecciones para una liebre muerta de Mario Bellatín

Mario Bellatín
La obra literaria del mexicano Mario Bellatín (Ciudad de México, 1960) está marcada por la presencia de personajes enfermos, con deformidades o limitaciones físicas.  En la mayoría de sus narraciones estos sujetos ocupan papeles protagónicos, como por ejemplo en Flores (2000), un conjunto de treinta y cinco fragmentos que gira en torno a la deformidad física producida a millares de niños a causa de un medicamento ingerido por sus madres durante la gestación.  El papel principal lo ocupa un escritor quien a causa del medicamento carece de una pierna, y cuyo tiempo se reparte entre la escritura, búsquedas sexuales subterráneas e inevitables episodios místicos enmarcados dentro de la práctica del islam.  O en Salón de Belleza (1994), una de sus novelas más estudiadas por la crítica por su supuesta relación con el SIDA, que cuenta cómo un salón de belleza es convertido por su propietario – ex-travesti y peluquero – en un “moridero” donde las víctimas de una extraña epidemia que hasta ahora comienza a desencadenarse, puedan pasar sus últimos días.

Considerando la importante presencia de personas con limitaciones físicas en la obra de Bellatín, y la variedad de las formas que adopta, he querido hacer una lectura crítica desde la perspectiva de los estudios de discapacidad, la cual ofrece la posibilidad de trazar nuevas relaciones entre la obra de este autor y la realidad social mexicana y atinoamericana, en especial con respecto a las dinámicas de regulación y normalización.  Esta oportunidad resulta importante, si tenemos en cuenta la inclinación de la crítica a analizar los aspectos estéticos y narrativos del trabajo de Bellatín, y a considerar todos sus gestos ‘atípicos’ como parte de un universo paralelo que sólo tiene validez en la ficción.  En relación con la diferencia física, es importante anotar que los estudios de discapacidad apenas comienzan a realizarse en Latinoamérica, mientras que en los Estados Unidos son un campo de investigación bien consolidado.  Tal situación, tiene que ver, por supuesto, con la atención que se presta a la discapacidad en los diferentes contextos sociales, la cual, a su vez se relaciona con los distintos niveles de desarrollo, tanto en términos económicos como de los derechos civiles, ambos íntimamente ligados.  Con este trabajo, realizado a modo de exploración de un terreno poco frecuentado, pretendo abrir una reflexión, no sólo sobre las representaciones de la discapacidad realizadas por Bellatín en sus textos, sino sobre las particularidades de la experiencia y de los imaginarios sobre la discapacidad en la cultura latinoamericana.

La novela Lecciones para una liebre muerta (2005), que consiste en doscientos cuarenta y tres fragmentos en los cuales se alternan varias narraciones protagonizadas en su mayoría por personajes con limitaciones físicas, evidencia el contraste entre una multiplicidad de formas y significaciones de la discapacidad, y la invariable construcción del sujeto discapacitado como un otro imposible de integrar.  Aunque las condiciones físicas de los personajes varían en cada texto, siempre está presente la tensión entre normalidad y desviación, la cual configura identidades, relaciones y roles sociales, y determina la forma en que unas y otras personas van a ser tratadas.  En este sentido se hace pertinente la noción de discapacidad en términos de Garland Thomson, quien la entiende como una  “representación, una interpretación cultural de la transformación o la configuración física y una comparación de cuerpos que estructura relaciones sociales e instituciones; la atribución de una desviación, no tanto como propiedad de los cuerpos sino como un producto de las reglas culturales sobre lo que un cuerpo debe ser o hacer” (6). 

En este texto analizo las diferentes formas en que se construye al sujeto discapacitado, haciendo énfasis en la asimetría entre la percepción que el sujeto tiene de sí mismo y el lugar que le es socialmente asignado; relación que en la novela se concreta a través diferentes grados de mediación narrativa con respecto a la experiencia del discapacitado.  Tal como lo afirma Susan Wendell en su libro The Rejected Body, el punto común entre las personas con discapacidades es el estar sometidas a tratamientos opresivos por parte de la sociedad, a causa de sus configuraciones corporales (28-30).  De manera que más allá de los términos con que se nombran los sujetos en el texto – discapacitado, enfermo, deforme, bulto, inmóvil – o el hecho del reconocimiento de la otredad, el cual tomo como punto de partida, me interesa entender cómo se manifiestan en el texto diferentes formas de opresión tales como la segregación social, la discriminación laboral, el abuso y la negligencia médica, entre otras (31). 

Visibilidad y opresión
En Lecciones para una liebre muerta, Bellatín da continuidad a la modalidad de novela a partir del fragmento que ya había utilizado en Flores y La escuela del dolor humano de Sechuán (2001).  En esta ocasión, escribe cinco narraciones que van alternándose para ocupar los fragmentos, y que, al diferenciarse en su temática y personajes, se suponen fácilmente rastreables.  Sin embargo, los radicales giros que toman las historias dificultan una lectura independiente y un sentido estable de conjunto.  En un principio, los relatos cuentan las experiencias personales de diferentes individuos, un poeta ciego, un traductor y su hermana poeta, un escritor latinoamericano y el abuelo de un narrador y su compañera indígena, ambos quechua-parlantes.  Pero a medida que avanzan, la atención del narrador se queda en ciertos detalles o se desplaza hacia hechos laterales, olvidando casi por completo la existencia de una historia más amplia. 

Es dentro de esta dinámica compulsiva y amnésica, en la cual sólo es posible prestar atención a un elemento a la vez, donde las anomalías corporales hacen presencia y adquieren una frontalidad ineludible.  El protagonista del primer relato es antecedido y definido en todo momento por su discapacidad; el narrador se refiere a él invariablemente como “el poeta ciego”, y su ceguera, que lo diferencia de los otros, se constituye en razón del éxito de su poesía y la filosofía que promulga.  De otro lado, en el relato del traductor y su hermana poeta, la deformidad aparece cuando el narrador informa sobre los esfuerzos de esta mujer por lograr la adopción simbólica de un par de gemelos nacidos sin extremidades, cuya deformidad, indefensión y susceptibilidad al rechazo prometen satisfacer un perverso impulso maternal.  Lo que sería la vida de los gemelos Kuhn aparece inicialmente en la novela Flores, donde se explora con detalle su vida adulta y los espectáculos que ejecutan con sus cuerpos deformes.  En Lecciones para una liebre muerta Bellatín reescribe la historia de estos gemelos en un plano secundario, pero usando numerosas frases del texto inicial; así, a través de la reiteración intertextual, la discapacidad de estos personajes adquiere una relevancia que le es negada en el texto más reciente, y se perfila como uno de los núcleos narrativos del universo de discapacitados creado por el mexicano. 

En el caso del escritor,  la atrofia de un brazo y su uso de una mano artificial, hecho que a nuestros ojos lo construyen como discapacitado, sólo aparece ya bien avanzado el relato.  El resto del mismo está dedicado a unos desmayos recientes que lo han obligado a someterse a experimentaciones médicas, y al asma que le produjo toda serie de privaciones durante la infancia.  En este relato no hay punto de escape; todas las variantes narrativas retornan al cuerpo y a la tensión entre diferencia física y opresión, logrando, a través de la superposición de condiciones corporales singulares, una exagerada visibilidad de la discapacidad, que es común a todos los relatos. 

De acuerdo con Thomson, quien reflexiona sobre las representaciones de la discapacidad en diferentes manifestaciones culturales,
El acto mismo de representar la otredad corporal ubica [a los discapacitados] en un marco que resalta sus diferencias con respecto a lectores ostensiblemente normales.  Aunque tales representaciones se refieran a relaciones sociales reales, ellas no reproducen esas relaciones de manera mimética.  Por esta razón, los personajes son necesariamente representados por unos pocos rasgos determinantes que crean una ilusión de realidad distante del complicado e indiferenciado contexto en que viven las personas reales. (10)

Lecciones para una liebre muerta subraya permanentemente la otredad de los discapacitados.  Pero la centralidad de su experiencia, en contraste con el papel secundario que normalmente se les asigna en los textos literarios y visuales, nos permite ver los detalles de las situaciones que viven y de sus relaciones con otros, evitando la simplificación sobre la que advierte Thomson.  Un ejemplo significativo de esta subversión de las representaciones tradicionales es la historia del escritor.  En ella, la discapacidad se entiende más allá de las formas típicamente representadas, las cuales normalmente se asocian a rasgos visibles (deformidad, inmovilidad, ceguera) y se plantea según los términos de Wendell, como cualquier falta de habilidad para realizar actividades al punto que impide la participación en algún aspecto mayor de la vida en una sociedad, la cual tiene componentes biológicos, sociales y experienciales (23).  El texto no sólo pone en el cuerpo de una sola persona múltiples formas de discapacidad haciendo más compleja su experiencia, sino que, mediante el contraste de las mismas muestra lo inestable que puede ser la relación entre los tres componentes identificados por Wendell. 

Por una parte, la carencia del brazo, que nos lleva a reconocer al escritor como sujeto discapacitado, es para él tan sólo el “símbolo del extraño síndrome causado por la talidomida” y por ello puede pasar a un segundo plano (122).  Aunque su deformidad sea visible, esta condición no le significa ningún rechazo familiar o social, y además, la disponibilidad de la mano artificial marca Otto Bock le permite realizar su trabajo de escritor sin problemas.  Desde su experiencia la deformidad no lo convierte en un sujeto discapacitado; se trata más bien de una particularidad física que le permite el uso de un objeto de diseño sofisticado, por el que el sujeto siente gran aprecio: “Me gusta especialmente el color de la mano [dice el escritor]. Es de un gris acero, que hace juego con la pieza negra de carbono que la acompaña y que hace de antebrazo.  En uno de mis últimos viajes conseguí un reloj swatch diseñado con los mismos tonos.  Me pareció sorprendente que la combinación de colores fuera idéntica. […].  Compré el reloj de inmediato” (77).  Sin embargo, entre los múltiples fragmentos dedicados a las maravillas de la mano Otto Bock se percibe la pobreza que es, según Wendell, la circunstancia social más discapacitante (41), sobre todo en los países menos desarrollados, donde los programas de apoyo económico y laboral son casi inexistentes.  Al describir con sutil euforia los accidentes que ha tenido y su imposibilidad de pagar la mano ya sea en el presente o el futuro, el personaje trata de evadir el choque con las limitaciones sociales que lo configuran como sujeto discapacitado.   

Por otra parte, el escritor experimenta una serie de desmayos que, a pesar de su aparente trivialidad, resultan verdaderamente discapacitantes, en la medida en que los medicamentos con que los médicos, infructuosamente, intentan su curación, le impiden realizar su trabajo y le producen efectos adversos que él no es capaz de asimilar:

Sentía una extraña rigidez muscular, así como una creciente apatía.  Me preocupó asimismo el desánimo sexual que comencé a experimentar.  También el hecho de que mis encía sangraban. (41)
Poco a poco los terribles síntomas fueron disminuyendo.  Sin embargo, la superficie de todo mi cuerpo quedó quemada.  A los pocos días cambié totalmente de piel.  El hígado también quedo afectado por la intoxicación.  (49)
Sufrí alucinaciones, la aparición de ideas obsesivas y la imposibilidad de ordenar […] mi rutina diaria (54)

Aquí, el cuerpo no sólo padece la enfermedad, sino que se deteriora progresivamente y se pone en riesgo a causa de la negligencia médica.  De esta manera, una condición biológica aparentemente normal se transforma, por circunstancias sociales, en este caso institucionales, en una condición limitante que el escritor experimenta como una discapacidad global.
Trileptal
Keppra
Lamicdal
Topamax
Atemperator pediátrico.
Ninguno funcionó.  (69)

El escritor recorre los medicamentos como anexos que le son agregados a su cuerpo y lo transforman cada vez en un nuevo tipo de sujeto.  Sus rasgos físicos y su ánimo están sometidos al desinterés de los médicos, quienes ejercen su opresión a través de un supuesto conocimiento, frente al cual no hay alternativa.  En sus libros anteriores, entre ellos Salón de belleza y Flores, Bellatín también reflexiona sobre el papel de la ciencia y las instituciones en la sociedad, a través de las intervenciones en los cuerpos individuales.  En esta reflexión, que no oculta su componente autobiográfico – el síndrome del escritor es una representación del que padece el mismo Bellatín – se construye a las personas en general como sujetos frágiles susceptibles de ser discapacitados por la maquinaria institucional y el enfoque tecnócrata y funcionalista de la ciencia actual. 

El papel de la mediación
En cada una de las narraciones que componen la novela, la experiencia de la discapacidad llega a nosotros a través de narradores que guardan distancias variables con respecto al sujeto discapacitado.  Mientras la historia del escritor se plantea como una memoria autobiográfica en la cual priman las percepciones y sentimientos propios, la historia del poeta ciego se nos presenta a modo de biografía en la voz de un narrador desconocido, cuyo conocimiento se limita a hechos verificables.  Esta postura documental, que se afianza a través de un lenguaje inexpresivo y netamente descriptivo, también está presente en el relato sobre el traductor y su hermana poeta, aunque en este caso las historias de diferencia corporal se presentan aún más mediadas, como resúmenes de lo narrado por personajes normales, o como recuerdos de noticias y hechos de dominio público.  Los diferentes grados de mediación evidencian la progresiva ruptura entre la experiencia de la discapacidad y su representación, entre la percepción que los sujetos pueden tener de su propia condición y la forma en que se les encasilla desde fuera.  Así, a mayor grado de mediación, mayor desconocimiento de los significados de la discapacidad para quien la vive, mayor desidentificación por parte de las personas normales y mayor tendencia a los estereotipos. 

A continuación me detendré en dos posiciones extremas, para ilustrar la diferencia en las imágenes del sujeto discapacitado que se construyen a partir de ellas:

Por una parte tenemos la historia del escritor que, al ser narrada por el mismo, nos permite conocer sus percepciones sobre el cuerpo y la forma en que la discapacidad afecta diferentes aspectos de su vida.  Una vez el personaje informa los detalles de su relación con la mano otto bock, la narración salta a una reflexión sobre los sueños de su hijo y las dificultades de ser un padre ausente.  En ella, la discapacidad no se discute y toda la atención se vuelca sobre los sentimientos y preocupaciones del escritor, quien en este segmento se define como padre y no como discapacitado.  Más adelante el relato vuelve a centrarse en el cuerpo y la discapacidad que le produjo el asma cuando niño.  De esta manera, el texto muestra que la discapacidad juega un papel importante en la vida del sujeto, siendo determinante de su relación con otros, causándole conflictos y haciéndolo vulnerable, pero que esta condición no lo define en su totalidad.  Sin embargo, este movimiento en que la discapacidad desaparece y retorna, revelan cómo esta produce marcas en la subjetividad, las cuales resultan imborrables a pesar de los esfuerzos del sujeto por construirse desde otra perspectiva.

Al otro lado del espectro de las mediaciones tenemos el relato sobre el poeta ciego.  En éste, un narrador distante que expresa constante desconocimiento sobre los orígenes de los hechos, da a conocer al personaje como una suerte de filósofo iluminado a quien la ceguera no le ha impedido recorrer el mundo y convertirse en una figura de culto.  Una historia de superación signada por el abandono y la tragedia, termina por convertirlo en un héroe mítico cuya discapacidad, más que una limitación, constituye la posibilidad de entender la realidad desde lugares imposibles para otros, y está asociada a la sabiduría y la pureza.  Así lo sugiere la solemnidad con que el narrador refiere las magníficas creaciones del personaje:
Cuando cumplió los nueve años dictó su primer poema.  Hizo que lo escribieran con letras grandes en la pared principal de la casa donde creció.  El poema se refería a los reflejos y a cómo se hacían inciertos en los espejos y en el tiempo.  Pero había un punto, los lunares, donde era tal la pureza de la iluminación que no podía quedar más rastro que el sello oscuro que los caracterizaba. (23)

En este personaje se concreta el estereotipo del discapacitado heroico, el cual, como lo sugiere Wendell, sirve como consuelo e inspiración a los no discapacitados, en este caso los otros personajes y los lectores, en tanto reafirma la posibilidad de superar las limitaciones del cuerpo (64).  El estereotipo se sostiene a lo largo del texto, pero la incorporación de hechos corrientes y actitudes disonantes en relación con esa imagen heroica, revelan su carácter ilusorio.   En uno de los fragmentos el narrador cuenta la gira del poeta ciego por diferentes poblados y la expone como un espacio dedicado a la conversación con ancianos sabios y a la escritura de magistrales poemas.  Pero más tarde la narración gira hacia la compra de una bicicleta y la contratación de un muchacho para pasearlo a diario.  La tonalidad solemne de la narración se mantiene, pero los hechos resquebrajan la imagen superior del poeta y lo muestran como un sujeto discapacitado que depende de los otros para conocer los aspectos más sencillos del mundo material.

La distancia del narrador con respecto al personaje nos impide conocer sus sentimientos y pensamientos.   Wendell diría que esta mediación hace sentir a los discapacitados invisibles (65), pero en este relato lo que vemos es una invisibilidad parcial e intencionada por parte del poeta, quien utiliza su figura de héroe para protegerse de las agresiones y de las restricciones prácticas que le impone su ceguera.  Apoyado en su historia y en la imagen que de él tienen los demás, el poeta se manifiesta poderoso y autoritario.  Da órdenes, toma decisiones económicas, e incluso somete a su pareja a sutiles tipos de opresión, como prohibirle mostrar en público un perro de peluche o tres pequeños lunares que había en su dedo meñique.  De otro lado, invierte todos sus esfuerzos en la creación de una filosofía propia basada en restricciones corporales, de la cual el “Tratado de la austeridad”, y el “Tratado de las cosas difíciles de explicar” son las obras maestras.  A través de esta filosofía, que es aceptada por numerosos seguidores, el poeta ciego se construye un marco de normas y convenciones que, a pesar de ser restrictivo, le garantiza capacidades plenas.  Así, la línea de la otredad se desdibuja y el poeta logra consolidarse como un sujeto poderoso.  Sin embargo, su simulacro se va al suelo cuando, seducido por su enfermera de una forma que no se nos revela, el poeta rompe el celibato impuesto por su propia filosofía.  De esta manera, el texto revela la vulnerabilidad del sujeto y la imposibilidad de superar las clasificaciones establecidas.

Como he mencionado, la historia del poeta ciego y del escritor, son sólo los extremos en un amplio espectro de mediaciones que generan diversas aproximaciones al sujeto discapacitado.  La coexistencia de estas perspectivas, y de las múltiples experiencias de discapacidad dentro del mismo texto; las superposiciones y diferencias, así como las contradicciones que se dan entre unas y otras, consolidan una visión de la discapacidad que supera los estereotipos y las simplificaciones.  En Lecciones para una liebre muerta, la discapacidad, hipervisible y mediada, se plantea como una experiencia compleja marcada por los choques entre los cuerpos individuales y un cuerpo social alineado en defensa de una homogeneidad que no le pertenece.

Trabajos citados
Bellatín, Mario.  Obra reunida.  México D.F: Alfaguara, 2005. 

Garland-Thomson, Rosemarie.  Extraordinary Bodies: Figuring Physical Disability in American Culture and Literature.  New York: Columbia University Press 1997.

Wendell, Susan.  The Rejected Body: Feminist Philosophical Reflections on Disability.  New York, London: Routledge, 1996.


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