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domingo, 29 de septiembre de 2013

Entrega 4 - Cuerpos y escrituras abyectas

Entrega 4

Cuerpos y escrituras abyectas

Ilustración de La condesa sangrienta. Libros del zorro rojo


            Uno de los puntos más llamativos que tienen en común La condesa Sangrienta, Los vigilantes y Rosa mística, es la presencia de lo abyecto.  Lo abyecto, de acuerdo con Julia Kristeva, es algo rechazado de lo cual uno no es parte, de lo cual uno no se protege a sí mismo como de un objeto (4); es lo no familiar, lo que siempre está afuera, lo que perturba y no parece estar de acuerdo con las reglas del juego (3).  Lo abyecto no solamente se refiere a las sustancias corporales que cruzan las fronteras del cuerpo, porque, no es la falta de limpieza o salud lo que causa la abyección, sino aquello que perturba la identidad, el orden del sistema (4). Lo abyecto está relacionado con la prohibición, es perverso porque no asume la prohibición, la regla, la ley, sino que las pone a un lado, las distorsiona y las corrompe (15); entonces, cuando toma lugar en un texto puede hacerlo de formas variadas, a través del lenguaje, en el contenido o el estilo.  Lo abyecto muchas veces se relaciona con el cuerpo, entendido como superficie con límites que debe mantener ciertas cosas dentro, ciertas cosas fuera, y también con prácticas corporales prohibidas.  A continuación, comentaré brevemente algunas de las formas que toma lo abyecto en los tres textos objeto de este análisis, y su relación con la prohibición.

En Los vigilantes, lo abyecto se presenta a través de las sustancias corporales que se expulsan y que de esta manera protegen.  El cuerpo del niño es en quien se genera la abyección; vomita cuando la madre lo agrede, expulsa baba protegiéndose del hambre y la usa para lubricar su dedo con el que hurga la tierra y marca las vasijas.  El niño sucio y de cuerpo abierto no entiende, no puede producir significado, es lo opuesto a las reglas y a las obligaciones; su abyección revela su diferencia con la madre y su proximidad a lo sucio que transita por la calle, a los desamparados.  Las sustancias producidas por el niño perturban el orden al que la madre se ha sometido, le producen temor,  son la seña del peligro de no someterse; de allí su actitud agresiva hacia él en la escritura y el maltrato a que a veces lo condena.  También se percibe la abyección en las negaciones que madre e hijo se imponen mutuamente; la madre que no satisface el hambre del niño, que no cura el frío, el niño que no habla y que no ejecuta los actos que la madre pide.  Los dos que deberían estar unidos se excluyen a través de gestos sutiles que van deteriorando la existencia de ambos.  En este caso lo abyecto contribuye en la construcción de una atmósfera sombría que comunica su sensación de estar amenazada, la precariedad de su situación y la opacidad de las estructuras del poder. 

En Rosa mística lo abyecto también toma lugar en aquello que fluye por los orificios del cuerpo, que en este caso no son solo baba y vómito, sino también el semen que se bebe, las flores que salen de la vulva, la leche de partos perdidos y los cuerpos que salen de los senos y se vuelven a tragar.  Si lo abyecto tiene que ver con lo prohibido, aquí se intensifica en la repetición de las prácticas, de las imágenes y su construcción a través de un lenguaje tan explícito y a la vez inocente que resulta obsceno.  La joven, por ejemplo, adopta la práctica de “beber a los jóvenes”; lo hace una y otra vez, pero además lo cuenta a la madre, y es en el paso de la tercera persona a la primera, de la neutralidad a la confesión del gozo con lo prohibido, que lo abyecto cobra más fuerza: “Dejé un feto en las lagunas. […] puedo embarazar sola.  Cometí otras cosas.  Bebo a mi marido, y, a veces, a otros hombres.  Me los tomo despacio y con furia. Soy atroz. […] – Estoy alimentada con semen, […], me gusta” (329).  Lo abyecto siempre se produce en el cuerpo de la joven y de su práctica de la sexualidad, que es percibida por otros como algo extraño y de una violencia extrema, pero fascinante por lo excepcional: “da picotazos, me saca, me termina a trozos.  Y le pareció ver trozos de su ser por el piso. […]  No habrá nada igual.  Parece el diablo.  Yo no entiendo” (330).   El cuerpo de la joven es deseado y temido, da placer pero hace daño, es inocente y voraz, es una loca y también la divinidad; todo en ella es ambiguo, imposible de definir, de asimilar.  Adicionalmente, Di Giorgio mezcla seres de todos los reinos en actividades sexuales y construye imágenes híbridas para representar cópulas o partes erógenas.  En este texto, lo abyecto enrarece la atmósfera, como sucede en Los vigilantes, pero es una atmósfera vital, no sombría, caracterizada por el exceso y no por la negación: la transgresión va acompañada del gozo.  No cabe duda que la obra de Di Giorgio usa lo abyecto para causar impacto estético, para rechazar y atraer a la vez hacia la lectura de los juegos escandalosos que practican sus “señoras”; al acompañarse del gozo, también evidencia la tensión entre la prohibición el placer sobre la cual se siguen sosteniendo nuestras concepciones de la sexualidad.

En La condesa Sangrienta, la abyección también se da en la práctica de la sexualidad.  La sangre formando un charco alrededor de la cama, los trozos de piel siendo arrancados, la muchacha muriendo en el frío mientras intenta acercarse a una antorcha: la crueldad de estas escenas las hace abyectas; la condesa es un sujeto abyecto en el desconocimiento de las prohibiciones que la acompaña hasta el momento de su muerte. Pero más allá del contenido, la abyección de este texto está en el lenguaje, que se mutila de forma simétrica a como se mutilan los cuerpos. Todos los hechos aparecen en el texto, pero quedan por fuera las voces del sufrimiento o el juicio frente a las terribles prácticas de la condesa.  En lo mínimo del lenguaje, y en la frialdad con que se narra el sadismo se concreta la abyección: es esa extraña conjunción de mutilaciones la que perturba; pero tal abyección se purifica (al menos en cierta medida) en la estetización que hace Pizarnik de la actividad sádica de Bathory y del personaje mismo.  Lo abyecto entonces, se construye a través de imágenes de sufrimiento, y se purifica a través de la estetización de esas imágenes. 

Conclusión

En este texto en cuatro entregas he señalado algunas perspectivas teóricas útiles para el análisis de la corporalidad en la producción cultural latinoamericana contemporánea, y también he intentado esbozar algunas de estas problemáticas en La condesa sangrienta, Los vigilantes y Rosa mística. De diferentes maneras, estos textos, producidos en diferentes contextos y tan diferentes en términos temáticos y estéticos, reflexionan sobre la regulación y las prohibiciones que se ejercen sobre el cuerpo femenino, sobre su sexualidad, su maternidad y sus roles sociales. Los tres construyen corporalidades femeninas que atraviesan experiencias intensas, las cuales, dependiendo de su lugar en las jerarquías del poder, se prestan o no a transformaciones: en La condesa sangrienta la intensidad se vive y se bloquea inmediatamente a causa de una fijación en mantener el poder absoluto; sin embargo, al nivel de la escritura puede percibirse un flujo entre la figura de la condesa  y la escritora que goza en la reelaboración altamente estetizada de su experiencia.  Por el contrario, en los otros dos textos hay permanentes transformaciones, y la apertura a los flujos y las intensidades se plantea como una posibilidad para desarticularse de regímenes represivos.   Por otra parte, los textos exhiben, de diferentes formas, cómo el poder es ejercido sobre los cuerpos de los individuos y cómo la subjetividad se define por la forma en que el cuerpo se conduce.  Finalmente, la vivencia de sexualidades prohibidas y la experiencia de la opresión  son representadas a través de lo abyecto.  En estos tres textos se comprueba que lo abyecto puede hacerse presente en lo representado y también en los rasgos estéticos.  La representación de cuerpos abiertos e híbridos, la narración detallada y neutral de prácticas sexuales prohibidas, y la sincronía entre mutilación del lenguaje y mutilación del cuerpo, son algunas de sus formas.  Sobre el uso de lo abyecto, cabe resaltar la necesidad de verlo como forma de perturbar el orden dentro y fuera del texto, pero también como estrategia estética que le hace un guiño a nuestro goce de lo prohibido.


Trabajos citados a lo largo de las cuatro entregas

Butler, Judith.  El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad.  México D.F.: Paidós, 2001.
-----.  “Performative Acts and gender constitution”.  The Feminism and Visual Culture Reader. London and New York: Routledge, 2003. 392-401.
Deleuze, Gilles and Felix Guattari.  A Thousand Plateaus. 1980.  Minneapolis: University of Minnesota press, 1987.
Di Giorgio, Marosa.  “Rosa mística”.  El gran ratón dorado, el gran ratón de lilas: Relatos eróticos completos.  Buenos Aires: El cuenco de plata, 2008.
Eltit, Diamela.  Los vigilantes.  México D.F.: Fondo de cultura económica, 2004.
Foucault, Michel.  Vigilar y castigar.  Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2003.
-----. “The Punitive Society”.  Ethics, Subjectivity and Truth.  Paul Rabinow Ed.  New York: The New Press, 1997.
Foster, David William. Violence in Argentine Literature; Cultural Responses to Tyranny. Columbia: University of Missouri Press, 1995.
Grosz, Elizabeth.  Volatile Bodies: toward a corporeal feminism. Bloomington : Indiana University Press, 1994.
Heyes, Cressida.  “Normalisation and the Psychic Life of Cosmetic Surgery”.  Australian Feminist Studies, 22: 52 ( 2007). 
Kristeva, Julia.  “Powers of horror”.  The portable Kristeva.  Kelly Oliver ed. New York: Columbia University, 2002. 230-263.
Pizarnik, Alejandra.  “La condesa sangrienta”.  Prosa completa.  Barcelona: Lumen, 2002.
Richard, Nelly.  Márgenes e Institución.  Arte en Chile desde 1973.  Melbourne -Australia;
Santiago-Chile: Art & Text, 1986.
Shildrick, Margrit y Janet Price. “Openings on the Body: a Critical Introduction”.  Feminist Theory and the Body.  A reader.  New  York: Routledge,1999.

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