Cuerpos y escrituras abyectas
Uno
de los puntos más llamativos que tienen en común La condesa Sangrienta, Los
vigilantes y Rosa mística, es la
presencia de lo abyecto. Lo
abyecto, de acuerdo con Julia Kristeva, es algo rechazado de lo cual uno no es parte, de lo cual uno no se
protege a sí mismo como de un objeto (4); es lo no familiar, lo que siempre
está afuera, lo que perturba y no parece estar de acuerdo con las reglas del
juego (3). Lo abyecto no solamente
se refiere a las sustancias corporales que cruzan las fronteras del cuerpo,
porque, no es la falta de limpieza o salud lo que causa la abyección, sino
aquello que perturba la identidad, el orden del sistema (4). Lo abyecto está
relacionado con la prohibición, es perverso porque no asume la prohibición, la
regla, la ley, sino que las pone a un lado, las distorsiona y las corrompe
(15); entonces, cuando toma lugar en un texto puede hacerlo de formas variadas,
a través del lenguaje, en el contenido o el estilo. Lo abyecto muchas veces se relaciona con el cuerpo,
entendido como superficie con límites que debe mantener ciertas cosas dentro,
ciertas cosas fuera, y también con prácticas corporales prohibidas. A continuación, comentaré brevemente
algunas de las formas que toma lo abyecto en los tres textos objeto de este
análisis, y su relación con la prohibición.
En
Los vigilantes, lo abyecto se
presenta a través de las sustancias corporales que se expulsan y que de esta
manera protegen. El cuerpo del
niño es en quien se genera la abyección; vomita cuando la madre lo agrede,
expulsa baba protegiéndose del hambre y la usa para lubricar su dedo con el que
hurga la tierra y marca las vasijas.
El niño sucio y de cuerpo abierto no entiende, no puede producir
significado, es lo opuesto a las reglas y a las obligaciones; su abyección
revela su diferencia con la madre y su proximidad a lo sucio que transita por
la calle, a los desamparados. Las
sustancias producidas por el niño perturban el orden al que la madre se ha
sometido, le producen temor, son
la seña del peligro de no someterse; de allí su actitud agresiva hacia él en la
escritura y el maltrato a que a veces lo condena. También se percibe la abyección en las negaciones que madre e
hijo se imponen mutuamente; la madre que no satisface el hambre del niño, que
no cura el frío, el niño que no habla y que no ejecuta los actos que la madre
pide. Los dos que deberían estar
unidos se excluyen a través de gestos sutiles que van deteriorando la
existencia de ambos. En este caso
lo abyecto contribuye en la construcción de una atmósfera sombría que comunica
su sensación de estar amenazada, la precariedad de su situación y la opacidad
de las estructuras del poder.
En
Rosa mística lo abyecto también toma
lugar en aquello que fluye por los orificios del cuerpo, que en este caso no
son solo baba y vómito, sino también el semen que se bebe, las flores que salen
de la vulva, la leche de partos perdidos y los cuerpos que salen de los senos y
se vuelven a tragar. Si lo abyecto
tiene que ver con lo prohibido, aquí se intensifica en la repetición de las
prácticas, de las imágenes y su construcción a través de un lenguaje tan explícito
y a la vez inocente que resulta obsceno.
La joven, por ejemplo, adopta la práctica de “beber a los jóvenes”; lo
hace una y otra vez, pero además lo cuenta a la madre, y es en el paso de la
tercera persona a la primera, de la neutralidad a la confesión del gozo con lo
prohibido, que lo abyecto cobra más fuerza: “Dejé un feto en las lagunas. […]
puedo embarazar sola. Cometí otras
cosas. Bebo a mi marido, y, a
veces, a otros hombres. Me los
tomo despacio y con furia. Soy atroz. […] – Estoy alimentada con semen, […], me
gusta” (329). Lo abyecto siempre
se produce en el cuerpo de la joven y de su práctica de la sexualidad, que es
percibida por otros como algo extraño y de una violencia extrema, pero fascinante
por lo excepcional: “da picotazos, me saca, me termina a trozos. Y le pareció ver trozos de su ser por
el piso. […] No habrá nada
igual. Parece el diablo. Yo no entiendo” (330). El cuerpo de la joven es deseado y temido, da placer pero hace
daño, es inocente y voraz, es una loca y también la divinidad; todo en ella es
ambiguo, imposible de definir, de asimilar. Adicionalmente, Di Giorgio mezcla seres de todos los reinos
en actividades sexuales y construye imágenes híbridas para representar cópulas
o partes erógenas. En este texto,
lo abyecto enrarece la atmósfera, como sucede en Los vigilantes, pero es una atmósfera vital, no sombría,
caracterizada por el exceso y no por la negación: la transgresión va acompañada
del gozo. No cabe duda que la obra
de Di Giorgio usa lo abyecto para causar impacto estético, para rechazar y
atraer a la vez hacia la lectura de los juegos escandalosos que practican sus
“señoras”; al acompañarse del gozo, también evidencia la tensión entre la
prohibición el placer sobre la cual se siguen sosteniendo nuestras concepciones
de la sexualidad.
En
La condesa Sangrienta, la abyección
también se da en la práctica de la sexualidad. La sangre formando un charco alrededor de la cama, los
trozos de piel siendo arrancados, la muchacha muriendo en el frío mientras
intenta acercarse a una antorcha: la crueldad de estas escenas las hace
abyectas; la condesa es un sujeto abyecto en el desconocimiento de las
prohibiciones que la acompaña hasta el momento de su muerte. Pero más allá del
contenido, la abyección de este texto está en el lenguaje, que se mutila de
forma simétrica a como se mutilan los cuerpos. Todos los hechos aparecen en el
texto, pero quedan por fuera las voces del sufrimiento o el juicio frente a las
terribles prácticas de la condesa.
En lo mínimo del lenguaje, y en la frialdad con que se narra el sadismo se
concreta la abyección: es esa extraña conjunción de mutilaciones la que
perturba; pero tal abyección se purifica (al menos en cierta medida) en la
estetización que hace Pizarnik de la actividad sádica de Bathory y del
personaje mismo. Lo abyecto
entonces, se construye a través de imágenes de sufrimiento, y se purifica a
través de la estetización de esas imágenes.
Conclusión
En
este texto en cuatro entregas he señalado algunas perspectivas teóricas útiles para el análisis
de la corporalidad en la producción cultural latinoamericana contemporánea, y también he intentado esbozar algunas de estas problemáticas en La condesa sangrienta, Los vigilantes y Rosa mística. De diferentes
maneras, estos textos, producidos en diferentes contextos y tan diferentes en
términos temáticos y estéticos, reflexionan sobre la regulación y las
prohibiciones que se ejercen sobre el cuerpo femenino, sobre su sexualidad, su
maternidad y sus roles sociales. Los tres construyen corporalidades femeninas que
atraviesan experiencias intensas, las cuales, dependiendo de su lugar en las
jerarquías del poder, se prestan o no a transformaciones: en La condesa sangrienta la intensidad se
vive y se bloquea inmediatamente a causa de una fijación en mantener el poder
absoluto; sin embargo, al nivel de la escritura puede percibirse un flujo entre
la figura de la condesa y la
escritora que goza en la reelaboración altamente estetizada de su
experiencia. Por el contrario, en
los otros dos textos hay permanentes transformaciones, y la apertura a los
flujos y las intensidades se plantea como una posibilidad para desarticularse
de regímenes represivos. Por
otra parte, los textos exhiben, de diferentes formas, cómo el poder es ejercido
sobre los cuerpos de los individuos y cómo la subjetividad se define por la
forma en que el cuerpo se conduce.
Finalmente, la vivencia de sexualidades prohibidas y la experiencia de
la opresión son representadas a
través de lo abyecto. En estos
tres textos se comprueba que lo abyecto puede hacerse presente en lo
representado y también en los rasgos estéticos. La representación de cuerpos abiertos e híbridos, la
narración detallada y neutral de prácticas sexuales prohibidas, y la sincronía
entre mutilación del lenguaje y mutilación del cuerpo, son algunas de sus
formas. Sobre el uso de lo
abyecto, cabe resaltar la necesidad de verlo como forma de perturbar el orden
dentro y fuera del texto, pero también como estrategia estética que le hace un
guiño a nuestro goce de lo prohibido.
Trabajos citados a lo largo de las cuatro entregas
Butler, Judith. El género en disputa: el feminismo y la
subversión de la identidad. México D.F.:
Paidós, 2001.
-----. “Performative Acts
and gender constitution”. The Feminism and Visual Culture Reader.
London and New York: Routledge, 2003. 392-401.
Deleuze, Gilles and Felix Guattari. A Thousand Plateaus.
1980. Minneapolis: University of
Minnesota press, 1987.
Di Giorgio, Marosa. “Rosa mística”. El gran ratón dorado, el gran
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Buenos Aires: El cuenco de plata, 2008.
Eltit, Diamela. Los
vigilantes. México D.F.: Fondo
de cultura económica, 2004.
Foucault, Michel. Vigilar
y castigar. Buenos Aires:
Siglo XXI editores, 2003.
-----. “The Punitive Society”. Ethics,
Subjectivity and Truth. Paul
Rabinow Ed. New York: The New
Press, 1997.
Foster, David William. Violence in Argentine Literature; Cultural
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Grosz, Elizabeth. Volatile Bodies: toward a corporeal
feminism. Bloomington : Indiana University Press, 1994.
Heyes, Cressida.
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completa. Barcelona: Lumen,
2002.
Richard,
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Arte en Chile desde 1973.
Melbourne
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“Openings on the Body: a Critical Introduction”. Feminist Theory and
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