Primera entrega: el entremés
Algunas aproximaciones teóricas a las problemáticas del cuerpo
El cielo dividido. Dirigida por Julián Hernández (2006) |
Durante
las últimas décadas se ha dado una intensa actividad intelectual en torno a la
corporalidad, en áreas del conocimiento que van desde la filosofía, pasando por
la historia y la antropología, hasta los estudios literarios y culturales. Aunque estas teorías se han originado
en diferentes sectores intelectuales, es necesario reconocer el papel clave del
feminismo en la renovación del interés por el cuerpo y en la transformación de
la visión que occidente tiene sobre el mismo. Como lo señalan
Margrit Shildrick y Janet Price en la introducción de la compilación Feminist theory and the body: “feminism
has long seen its own project intimately connected to the body, and has
responded to the masculinist convention by producing a variety of oftimes
incompatible theories which attempt to take the body into account” (1). Uno de
los puntos que unifica a la variada red de teorías feministas es la centralidad
del cuerpo y su actitud contestataria frente a la forma en que el régimen
patriarcal lo ha tratado. Esto
último no sólo tiene que ver con la opresión que se ha ejercido sobre cuerpo de
la mujer, sino con una preocupación más general sobre la concepción del cuerpo
dentro de los esquemas de conocimiento, sobre sus significados, sus usos, las
regulaciones y prohibiciones a las que ha sido sometido, y su potencial de
transgresión. En sus primeras
elaboraciones, el feminismo se enfocaba en el papel subordinado de la mujer y
el papel del cuerpo en esta jerarquización; posteriormente se vio en la
necesidad de referir a otras formas de marginación y opresión ejercidas a
partir de una devaluación del cuerpo; es así como comienzan a darse las
intersecciones entre género, raza, religión y clase entre otras
categorías. Recientemente, el
feminismo, nutrido por una variedad de teorías (postmodernismo, filosofía del
proceso, fenomenología, entre otras), ha cuestionado el carácter fijo y natural
del cuerpo, su organización orgánica y sus relaciones con otros cuerpos. Dentro de este último grupo de teorías,
encuentro de gran utilizad para el análisis de la producción cultural
latinoamericana contemporánea los trabajos de Judith Butler, Elizabeth Grosz, Cressida
Heyes y Susan Bordo. Todas estas autoras se enfocan en la movilidad del cuerpo
y su carácter de construcción cultural (vs. natural), y toman en cuenta de
forma directa o indirecta el concepto del poder disciplinario propuesto por
Michel Foucault.
A
partir de la noción de poder disciplinario, Butler desarrolla su teoría de la
performatividad de género, según la cual el género no es una esencia, sino que
se produce en la ejecución reiterada de actos y gestos estilizados, siendo en
la repetición donde surge la idea de un género. Lo que podríamos llamar estándares de género se “producen en
el acuerdo colectivo tácito de actuar, producir y mantener géneros
diferenciados y polares” (Butler 171), pero el castigo o la exclusión a que se
ven sometidos quienes no obedecen a tales estándares oculta el carácter de ficción
cultural de esta categoría: “La construcción nos “obliga” a creer en su
necesidad y naturalidad”. Butler
explora algunas actuaciones que pueden desestabilizar la matriz de género y que
revelar su carácter ficticio, como por ejemplo la del travesti, que retaría las
concepciones tradicionales al expresar la diferencia entre sexo y género, y
también la distinción entre apariencia y realidad (Performative Acts 398). El trabajo de Judith Butler sobre la
corporalidad[1]
es útil para el análisis de obras que se desarrollan en torno a la construcción
de la identidad sexual, y en aquellas donde hay alguna tensión con respecto a
la norma en la vivencia del género y la sexualidad. El análisis de la masculinidad en relación con su perfil
tradicional es uno de los temas de mi interés en este aspecto; más allá del
análisis de obras individuales sería interesante rastrear cómo se han
construido subjetividades masculinas dentro/fuera de la norma en obras de diferentes
momentos históricos, y las implicaciones de una actuación errónea de la
masculinidad normativa. Este tipo de análisis también sería interesante en
cuanto a la homosexualidad y su reconocimiento u ocultamiento, en obras de
diferentes períodos. Un trabajo
interesante podría hacerse en el cine, comparando películas como por ejemplo El lugar sin límites (1978), Doña Herlinda y su hijo (1985) y El cielo dividido (2003), tres películas
mexicanas de distintas épocas en las cuales la homosexualidad y la identidad
sexual reflejan las transformaciones en la significación cultural de estas nociones.
Por
su parte, Heyes y Bordo toman la idea foucaultiana de la normalización para
hablar sobre la autorregulación del cuerpo y la importancia de la imagen
corporal en la sociedad contemporánea.
Estas autoras explican cómo en la sociedad contemporánea establece
normas sobre la apariencia y desempeño de los cuerpos, a partir de las cuales
se derivan subjetividades aceptadas o no aceptadas. En la normalización, la
identidad se produce a partir del cumplimiento o desviación de la norma. Algunas problemáticas estudiadas por
estas autoras son la cirugía estética, la anorexia y otros desórdenes
alimentarios, y la importancia de la belleza tanto en el cuerpo femenino como
el masculino. Esta perspectiva
teórica resulta útil para el análisis de la producción cultural latinoamericana
actual, en la cual se evidencia el peso de la apariencia corporal en la
construcción de subjetividades y una pronunciada atención a modelos corporales
provenientes de los medios masivos; en ellos, especialmente en la publicidad
Bordo encuentra la principal fuente de estándares corporales en la
actualidad. Esta problemática se
hace evidente en obras latinoamericanas recientes tales como la película Tan de repente de Diego Lerman, las
obras pictóricas “La familia” de Alejandra Wolff y “Amor de mí” de Santiago Iturralde, y textos literarios
como Abzurdah de Cielo Latini, La guerra
de los gimnasios de César Aira, Por
favor rebobinar de Alberto Fuguet y Sin
tetas no hay paraíso, entre muchas otras obras.
Grosz
se aproxima al cuerpo como superficie de inscripción, una superficie en la que
no sólo se inscriben tatuajes y decoraciones, cicatrices u otras marcas de la
experiencia individual, sino también valores personales, normas y compromisos
de acuerdo con la morfología y categorización del cuerpo en grupos sociales
significantes (142). Esta autora
resalta que las marcas de cada cuerpo son únicas y por ello es posible
construir una biografía del cuerpo para cada cuerpo individual y social,
incluyendo todas las contingencias que lo han afectado, su contexto y sus
características propias. Desde mi
punto de vista, esta perspectiva es valiosa para el análisis de la
representación del cuerpo, los gestos que se realizan sobre él, sus cambios y
su relación con el cambio en la subjetividad. Muchos textos literarios y productos visuales se enfocan en
la superficie del cuerpo y plantean sus cambios o sus características como
representación de otras transformaciones, ya sea en el mismo sujeto o en el
orden social. La mutilación, la
cicatriz, el envejecimiento, la decoración corporal, la enfermedad, pueden ser
abordados desde esta perspectiva. Algunas
obras latinoamericanas donde sería pertinente un análisis de este tipo serían
las películas Un año sin amor de Anaí
Berneri, Madame Satá de Karim Ainouz,
las novelas Cobra de Severo Sarduy, El obsceno pájaro de la noche de José
Donoso y varias obras de los artistas chilenos Carlos Lepe y Diamela Eltit. En
el caso de Lepe y Eltit, quienes produjeron sus obras en el marco de la dictadura
de Pinochet, el trabajo sobre el cuerpo incluía la escritura sobre la piel, la
marca a través de rituales de automortificación (cortar, quemar) y la simulación
a través de la manipulación lúdica de la apariencia. De acuerdo con Nelly
Richard, el cuerpo, “por ser zona limítrofe (entre la biología y la sociedad, la
pulsión y el discurso, lo sexual y su categorización en términos de poder, la
biografía y la historia, etc…), […] es zona privilegiada para un trabajo de
rebasamiento de la experiencia que permite disgregar la frontera de sentido que
la discursividad social prescribe como normal” (141). Entonces, la reaparición de lo corporal en el arte chileno
en el momento de la dictadura, juega con los límites entre lo individual y lo
colectivo, y con la frontera de la normalidad: en el caso de Eltit, el dolor le
permite acceso a la artista a zonas de identificación colectiva (142), a una experiencia
de daño compartida; en Leppe hay un juego con la superficie y una teatralidad
que cuestiona la rigidez y parálisis de las convenciones culturales. Por otra parte, juega con los límites
entre lo decible y lo indecible, lo inasimilable, motivando una regresión a
otras formas de significación diferentes a la del lenguaje, a la estructuración
simbólica, como diría Richard (143). La marca en el cuerpo en estos artistas no es solamente una
forma de causar impacto en la audiencia; ese impacto está dirigido a articular
el sentido de una experiencia colectiva y a reconocer modos heterogéneos de
significación que no hubieran sido bloqueados por la censura.
Los
ejemplos teóricos que he mencionado no solamente evidencian su pertinencia para
el estudio de obras latinoamericanas, sino también la centralidad de las
teorías de Foucault en la producción intelectual reciente sobre la
corporalidad. Sus elaboraciones
sobre el poder soberano y el poder disciplinario, el papel del espacio en el
ejercicio de este poder, la normalización y autorregulación del cuerpo, y los
usos del cuerpo son algunos de los puntos más importantes de su trabajo. También considero significativas las
elaboraciones de Gilles Deleuze y Félix Guattari sobre el deseo, las
intensidades y las relaciones entre cuerpos, propuestas en sus obras Antiaedipus y Thousand Plateaus
y los aportes de Julia Kristeva sobre lo abyecto – en su libro Powers of Horror. La perspectiva de Deleuze y Guattari,
al plantear el devenir en oposición al ser, permite dar cuenta de los cuerpos
móviles y en permanente transformación que se presentan en la producción
cultural latinoamericana. Estas
corporalidades y formas de sentir se oponen a la rigidez de las clasificaciones
y jerarquías establecidas por la sociedad, a la idea de las identidades
esenciales y fijas y a la funcionalidad que rige la sociedad contemporánea. Novelas como Cobra de Sarduy, El gran
vidrio de Mario Bellatín, Cómo me
hice monja y Mil gotas de César
Aira, las novelas de Diamela Eltit, y la obra de Marosa Di Giorgio, Néstor
Perlongher y Copi, manifiestan corporalidades en mutación; en ellas la mutación
se transfiere también a los niveles del lenguaje y en algunos casos a la estructura
narrativa. Adicionalmente, esta
teoría permite entender las problemáticas del deseo, las pasiones y las sensaciones
sin necesariamente referirse a nociones como la falta, la prohibición y la
enfermedad, y sin el afán de asignar sentidos estructurados (ni una
funcionalidad) a todo lo que es sentido por el cuerpo.
Por otra parte, lo abyecto – entendido como aquello que el
sujeto rechaza, aquello que hace colapsar el sentido, perturba la identidad y
el orden del sistema: lo inmoral, lo corrupto – ha tenido una presencia
importante en la literatura y las artes latinoamericanas, y se ha expresado de
diferentes maneras: a través de lo monstruoso, de la representación de fluidos
corporales, especialmente femeninos, de prácticas sexuales y corporales prohibidas,
de la crueldad ejercida corporal o psicológicamente. Desde mi perspectiva, lo abyecto resulta potente, y digno de
análisis por su relación con lo prohibido, por su capacidad de hacer colapsar
las leyes y de romper las estructuras de significado. Su análisis en los textos y productos
audiovisuales debe superar el impacto estético y buscar las problemáticas
sociales y subjetivas a las cuales se dirige, o las intervenciones que quiere
obrar fuera del cuerpo del texto o de la obra. También vale la pena preguntarse si la recurrencia de
ciertas imágenes o formas de abyección en el arte contemporáneo las ha librado
de su carácter abyecto y las ha convertido en clichés.
En
las próximas entregas realizaré un análisis de la corporalidad en tres textos
latinoamericanos: La condesa Sangrienta
de Alejandra Pizarnik, Los vigilantes
de Diamela Eltit y Rosa Mística de
Marosa di Giorgio, haciendo uso de algunos de los conceptos formulados por
Foucault, Kristeva y Deleuze y Guattari.
Referencias para las cuatro entregas
Butler, Judith. El género en disputa: el feminismo y la
subversión de la identidad. México D.F.:
Paidós, 2001.
-----. “Performative Acts
and gender constitution”. The Feminism and Visual Culture Reader.
London and New York: Routledge, 2003. 392-401.
Deleuze, Gilles and Felix Guattari. A Thousand Plateaus.
1980. Minneapolis: University of
Minnesota press, 1987.
Di Giorgio, Marosa. “Rosa mística”. El gran ratón dorado, el gran
ratón de lilas: Relatos eróticos completos.
Buenos Aires: El cuenco de plata, 2008.
Eltit, Diamela. Los
vigilantes. México D.F.: Fondo
de cultura económica, 2004.
Foucault, Michel. Vigilar
y castigar. Buenos Aires:
Siglo XXI editores, 2003.
-----. “The Punitive Society”. Ethics,
Subjectivity and Truth. Paul
Rabinow Ed. New York: The New
Press, 1997.
Foster, David William. Violence in Argentine Literature; Cultural
Responses to Tyranny. Columbia: University of Missouri Press, 1995.
Grosz, Elizabeth. Volatile Bodies: toward a corporeal
feminism. Bloomington : Indiana University Press, 1994.
Heyes, Cressida.
“Normalisation and the Psychic Life of Cosmetic Surgery”. Australian
Feminist Studies, 22: 52 ( 2007).
Kristeva, Julia. “Powers of
horror”. The portable Kristeva.
Kelly Oliver ed. New York: Columbia University, 2002. 230-263.
Pizarnik, Alejandra. “La condesa sangrienta”. Prosa
completa. Barcelona: Lumen,
2002.
Richard,
Nelly. Márgenes e Institución.
Arte en Chile desde 1973.
Melbourne
-Australia;
Santiago-Chile: Art & Text, 1986.
Shildrick, Margrit y Janet Price.
“Openings on the Body: a Critical Introduction”. Feminist Theory and
the Body. A reader. New York: Routledge,1999.
La corporalidad del río como ente vivo se entiende pues se le canta, se le pinta, se le fotografía, se le estudia, se le sabe poseedor de secretos y verdades del origen. El cuerpo es el río, el que ha sido vejado, maltratado y sin embargo abyecto el ser humano neoliberal que no ve en el río la vida y prosperidad colectiva, sino una posibilidad de satisfacer su ego… Aquí pensando después de leer tus “altos pensamientos”. Tanto que hay para ver, tanto para leer, tanto para entender. Gracias Tu.
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