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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Entrega tres- Cultura visual: historia del arte y disciplinas específicas

Entrega tres

Cultura visual: historia del arte y disciplinas específicas

The psycopath. Francisco Uzabeaga. Óleo sobre tela, 2009


De acuerdo con Dikovistkaya, la cultura visual va mucho más allá de las disciplinas que le aportan y que se encuentran enfocadas en el objeto, tales como la historia del arte, la antropología, los estudios fílmicos y la lingüística (64).  Con respecto  la relación entre la cultura visual y la historia del arte, vale la pena anotar que se mantiene una diversidad de posturas que van desde la cultura visual como transformación o ampliación de esta disciplina (Foster), hasta la total diferenciación entre las dos (Jay).  Autores como Mirzoeff afirman que si bien la cultura visual nació en algunos de los departamentos de historia del arte, las dos disciplinas se diferencian principalmente en cuanto a las posibilidades de análisis que ofrecen (Dikovistkaya 226).  En una postura similar, Martin Jay considera que ambas disciplinas deben mantenerse separadas, pero en diálogo, pues hay aspectos de lo visual, particularmente aquellos relacionados con el contexto, que la historia del arte no tiene en cuenta y que es necesario considerar para un buen entendimiento del arte (204). 

En mi opinión, la cultura visual encuentra sus mayores posibilidades en la ampliación de su objeto de estudio con respecto a la historia del arte, en la flexibilidad de sus métodos, y sobre todo en la abolición de jerarquías entre medios visuales, la cual permite entender mejor la dinámica de una cultura donde prima la intertextualidad y la movilidad entre medios.  Considero, en concordancia con Jay, que ambas disciplinas deben nutrirse mutuamente; de esta manera es posible mantener un equilibrio entre el objeto visual y el contexto, y mejorar el entendimiento de aspectos como la circulación, la divulgación y la conformación de tradiciones. 

 Sin embargo, la cultura visual también plantea algunos problemas y riesgos en relación con disciplinas más tradicionales.  Uno de los riesgos es la pérdida de relevancia del medio específico de producción, con la cual se pierden también el significado de los lenguajes y los usos de opciones técnicas y formales de ese medio.  Asimismo resulta imposible entender la primacía de ciertas prácticas visuales sobre otras en términos de producción o de observación.  Otro riesgo es el peso excesivo que puede darse al contexto, lo cual deja a los objetos visuales como partes indiferenciadas de tendencias amplias (Jay, citado por Dikovistkaya 202) y minimiza la importancia cultural de aspectos estéticos y materiales.  Y finalmente, quiero señalar un riesgo que se encuentra en una de las mayores virtudes de la cultura visual, que es la abolición de jerarquías entre el arte y otras modalidades de lo visual; el riesgo al que me refiero es que esta organización horizontal, que es meramente teórica, termine asumiéndose como parte de la realidad, en la cual los objetos guardan organizaciones jerárquicas distintas. 

 Otro enfoque disciplinar que dialoga con la cultura visual es la historia del cine. Esta disciplina se ha enfocado mayormente en la industria de Hollywood y los grandes productores europeos,  manteniendo al borde el cine de otras regiones del mundo.  La historia del cine suele organizarse en torno a categorías como las grandes estéticas, el estilo, la autoría o producción, y el género, pero también tiene en cuenta aspectos como la tecnología, la producción, la exhibición y la conformación de la industria. En este sentido es más abierta que la historia del arte, pero su enfoque sigue estando en el cine como medio y no en su papel cultural.  Por su parte, los estudios fílmicos comenzaron, tempranamente, a enfocarse en aspectos culturales del cine, teniendo en cuenta los filmes en sí mismos, el lenguaje específico del medio y considerando además aspectos como la tecnología, el contexto de realización y el espectador.  En los setenta se comienza a utilizar el psicoanálisis para analizar, no la estética del cine, sino el problema de la mirada y la configuración genérica de la misma.  A partir de entonces el análisis cinematográfico se ha ocupado del género, de la raza, las relaciones entre centro y periferia, entre otros muchos aspectos culturales, sin descuidar lo específicamente cinematográfico.  Creo que la cultura visual mantiene una relación cercana con los estudios fílmicos; no obstante, por el carácter interdisciplinario de la cultura visual, puede acceder a otros objetos y relaciones que se encuentran fuera del medio cinematográfico. 

 Una perspectiva que privilegie lo cultural sería útil para analizar la obra cinematográfica del colombiano Víctor Gaviria: Rodrigo D no futuro (1990), La vendedora de Rosas (1998), o de los argentinos Solanas y Gettino, en las cuales la producción se realiza bajo un esquema alternativo que involucra fines políticos o de denuncia de la realidad social.  Las películas de Gaviria buscan representar la problemática urbana de Medellín y la experiencia de los jóvenes de las zonas más pobres y violentas de la ciudad.  Los actores de sus películas no son actores profesionales, son jóvenes que pertenecen a las comunas cuya realidad se representa en la película.  Además cumplen otros roles en la producción; en el caso de Rodrigo D producen gran parte de la banda sonora y en La vendedora de Rosas trabajan como co-guionistas de la historia, entre otras cosas.  Por su parte  Solanas y Gettino fundan a finales de los sesenta el grupo “Cine Liberación”, con el objetivo de realizar un tercer cine estéticamente diferente tanto del cine dominante como del cine alternativo argentino, un cine de resistencia al neocolonialismo, de liberación (Solanas y Gettino 266-268).  Su estrategia principal fue el uso experimental de la imagen documental, la cual, según declaran los realizadores en su manifiesto “Hacia un tercer cine”, “testimonia, profundiza, refuta la realidad de una situación y se vuelve más allá del hecho artístico algo indigerible para el sistema” (277).  Pero más allá de la ruptura estética, era el trabajo colectivo para la producción de cine, lo que sostenía su acción política.  Ellos buscaban compartir la maestría técnica, eliminar las jerarquías entre el director y los demás miembros del grupo y mantenerse unidos en la producción como forma de resistencia.  El grupo constituía, más allá de su objetivo funcional, un “espacio para la politización y liberación de los sujetos” (279).  La idea de grupo, en ambos casos, es inseparable de la narrativa, las características estéticas y técnicas de los filmes; tener en cuenta solamente los elementos cinematográficos, el contenido político o la realidad representada sería insuficiente para entender el alcance de este tipo de producciones.  En este sentido, la combinación entre objeto y contexto que nos ofrece la cultura visual ofrecería mejores herramientas de análisis.  Adicionalmente, en Latinoamérica ha habido una presencia importante de colectivos, tanto en el cine, como en el teatro y las artes visuales[1]. Si bien éstos han sido analizados de forma particular, por qué no estudiar la tradición de lo colectivo en la cultura visual de la región, su relación con los fenómenos sociales y con la experimentación estética, sus modos de aparición o sus formas de relación con la institucionalidad y con la audiencia? 

Conclusión

En este análisis he expuesto, más que nada, las bondades de la cultura visual como concepto y como aproximación cultural a lo visual, para el análisis de la producción latinoamericana.  Principalmente por su flexibilidad en cuanto a objeto de estudio y su interdisciplinariedad, creo que ofrece ventajas tangibles sobre disciplinas como la historia del arte, la antropología o la historia del cine.  Sin embargo, creo que debe nutrirse de ellas – sobre todo para evitar el riesgo de la falta de rigor teórico – y reconocer las limitaciones que tiene en cuanto a metodología y conocimiento.  Por otra parte, hay que tener en cuenta que la cultura visual como campo de estudio surgió en los Estados Unidos y en Inglaterra, y que es desde la academia estadounidense donde se realizan más estudios desde esta maleable posición.  Creo que para realizar un uso productivo de la cultura visual en el análisis de lo latinoamericano es necesario superar fronteras en otra dirección, incorporando material teórico y crítico producido en la región, teniendo en cuenta los avances en la sociología de la comunicación, en la antropología y la literatura.  También formulando preguntas originales que no sean réplica de lo que se hace sobre fenómenos norteamericanos, sino que surjan de la particularidad de la realidad y la producción latinoamericana.

Bibliografía
Bauman, Zygmunt. Liquid modernity.  Malden, MA: Blackwell, 2000.
Dikovistkaya, Margarita.  Visual culture: the study of the visual after the cultural turn.  Cambridge, MA: MIT Press, 2005.
Evans, Jessica and Stuart Hall (eds).  Visual culture: the reader.  London : Sage in association with the Open University, 1999.
Giunta, Andrea.  Avant-garde, internationalism and politics. Durkham y Londres: Duke university press, 2007.
-----.  “Arte de los Sesenta en Buenos Aires: palabras, imágenes, fronteras”.  Versions and inversions: Perspectives on Avant-garde art in Latin America.  Houston: The museum of fine arts, 2006.
Martín Barbero, Jesús.  De los medios a las mediaciones.  Barcelona: Ediciones G. Gili, 1987.
-----.  La telenovela en Colombia: televisión, melodrama y vida cotidiana.  Diálogos de la Comunicación.  17 (1987). <www.scribd.com> Abril 2, 2010.
Mirzoeff, Nicholas.  The visual culture reader.  London ; New York : Routledge, 1998.
Revista Ramona.  “Bola de nieve”.  <www.boladenieve.org.ar>. Abril 2, 2010.
Solanas Fernando y Octavio Gettino.  “Hacia un tercer cine”. Film Theory: An Anthology.  Ed. Robert Stam y Toby Miller.  Malden Masachussets: Blackwell, 2000.




[1] Algunos ejemplos claves serían El grupo Ukamau de Bolivia, dirigido por Sanjinés, el grupo de teatro La Candelaria en Colombia y el grupo CADA en Chile.

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