Cultura visual y visualidad contemporánea en América Latina
La cultura visual: un campo maleable
La cultura
visual, de acuerdo con Margarita Dikovistkaya es campo para el estudio de la
construcción cultural de lo visual en las artes, los medios de comunicación y
la vida cotidiana (1). El campo de estudios de la cultura visual surge a
finales de los años ochenta y prolifera en la academia anglo-americana durante
los noventa, manteniendo hasta ahora diferentes variantes en cuanto a su
definición, alcance y métodos. Mientras
algunas aproximaciones se enfocan en la
participación de la imagen dentro del mercado (Evans), otras se preocupan por el
carácter central de la tecnología en el consumo de lo visual (Mirzoeff), otras
por la consideración de tradiciones no occidentales en el estudio del arte o el
cine (Stam) y otras por los procesos y las formas de ver (Mitchell). La cultura visual se plantea como un campo
abierto y en formación, más que por su reciente constitución, por el carácter cambiante
de lo visual en la sociedad contemporánea, el cual se evidencia tanto en la
proliferación y transformación de medios e imágenes, como en la importancia
cada vez más marcada de lo visual sobre otras formas de comunicación y de
vivencia de la realidad. Los estudiosos
de la cultura visual recurren a una multiplicidad de elaboraciones teóricas
culturales que incluyen, entre otras, la semiótica, el psicoanálisis, el feminismo,
los estudios de raza y cuerpo, análisis de disciplinas específicas (cine,
historia del arte) y los estudios postcoloniales.
Una de las
preocupaciones principales de la cultura visual ha sido incorporar al análisis
objetos visuales que están fuera del alcance de la historia del arte o los
estudios fílmicos tradicionales, entre otras disciplinas, y cancelar las
jerarquías verticales existentes entre el arte legitimado y otras prácticas
populares o masivas (Evans, Jay, Foster).
En este giro, la cultura visual evidencia su articulación con los
estudios culturales, al considerar la cultura como “a whole way of life”, en
palabras de Raymond Williams, e incorporar tanto el “alto” arte y la literatura
dentro del análisis sin darles un estatus privilegiado (Dikovistkaya 1). Así, la cultura visual admite el estudio de
obras de arte, pasando por las telenovelas, los videos y otros productos que
circulan en los medios masivos, hasta los murales estudiantiles o los grafitis.
Por otra parte, y también debido a su enfoque en la cultura, esta disciplina
desplaza a los objetos visuales del centro del análisis y da espacio al
contexto cultural y las relaciones de lo visual con otras áreas de la vida
social. Las condiciones económicas y políticas de producción, así como la
recepción y el consumo de imágenes toman importancia; pero también se pasa del
análisis de objetos específicos a prácticas visuales más amplias, como por ejemplo
la fotografía amateur, la cual se intensifica con la disponibilidad de cámaras
digitales, o el uso de los fotologs en la dinámica de las agrupaciones
juveniles.
De acuerdo con
Mirzoeff, la postmodernidad ha significado un giro de la cultura hacia lo
visual, de modo que la experiencia humana en esta época es más visual y
visualizada que nunca antes (4). De allí
que este autor haga énfasis sobre las prácticas visuales de la vida cotidiana y
sobre el papel de la tecnología en el uso de lo visual. Para él, la cultura visual tiene que ver con
los eventos visuales en los que el consumidor busca información, significado o
placer en una interface con la tecnología visual (3). En contraste con el
objeto, la noción de evento implica la participación de un sujeto (experiencia)
y, en el sentido de suceso, nos lleva a considerar las variables de su producción
o ejecución, el contexto en el que ocurre y el medio en que se reproduce. Esta noción, al ser dinámica e interactiva, resulta útil
para aproximarnos a prácticas visuales contemporáneas que no son fijas o no
están fijadas en objetos, tales como el performance, la manipulación de lo
visual (particularmente la fotografía) a través de los computadores, el uso del
internet (chats, fotologs, noticias, catálogos). Por otra parte, al plantear al que ve como
consumidor, Mirzoeff se pone en sintonía con autores como Zygmunt Bauman,
quienes sostienen que la lógica del consumo, de “shopping” diría Bauman, enmarca la
experiencia del individuo contemporáneo y determina su actitud frente a todos
los objetos, incluyendo por supuesto las imágenes. El movimiento de espectador a consumidor nos
motiva a pensar en problemáticas tales como la relación entre el consumo de
imágenes y la experiencia real, o el cambio de la función de la imagen – incluyendo
las imágenes artísticas – en la experiencia individual y social contemporánea. A su vez, la incorporación de la tecnología en
un sentido amplio: cualquier dispositivo para ver o mejorar la visión natural,
desde el óleo hasta la televisión o el internet (4), abre espacio para análisis
relativos a tecnologías digitales de producción y reproducción, y también a
preguntas sobre las transformaciones en las tradiciones técnicas de lo visual,
los retornos/permanencias en tecnologías tradicionales o las combinaciones
entre ellas. En este sentido, la cultura
visual supera las posibilidades de disciplinas como la historia del arte, al
hacer posible la interacción, sin subordinación, entre diferentes tradiciones
visuales.
A
diferencia de Mirzoeff, Jessica Evans propone una aproximación a lo visual en
que se mantiene el énfasis sobre la imagen, sobre lo específicamente visual,
mientras se reconocen una serie de procesos sociales, económicos y técnicos
relativos a esa imagen. Evans critica el
hecho de que, tras el giro cultural de las humanidades, el cual llevó a un
enfoque en las prácticas significantes, “practices which organize and
constitute social actions and involve/asume interpretartive, meaning-making
persons” (2), se ha dado una tendencia a asumir que los artefactos visuales son
iguales y funcionan de forma similar a cualquier otro texto cultural. Citando a la historiadora del arte Carol
Armstrong, Evans señala que dentro de este modelo, las pinturas, por ejemplo,
son vistas no como cosas específicas hechas para usos históricos particulares,
sino como intercambios circulantes en una economía ilimitada de imágenes,
sujetos y otras representaciones (2).
Así, la, la retórica específica, los géneros, contextos y uso del
imaginario visual pueden disolverse en la identificación global de tendencias
culturales, lo cual resultaría en una pérdida para el entendimiento de lo
visual en la cultura. El modelo de
cultura visual que propone Evans (junto a Stuart Hall en su Reader Visual
Culture) intenta mantener la especificidad de las diferentes modalidades
visuales – fotografía, cine, pintura, televisión –, no tanto en el sentido
estético y de estilo de los objetos (como lo haría la historia del arte), sino
mediante la inclusión de aspectos contextuales específicos de cada modalidad
que incluyen la regulación de formatos y significados, la distribución y el
consumo, la constitución del mercado y la influencia de las industrias
productoras de tecnología, entre otros. En
este sentido, Evans sigue a Mitchell y su teoría sobre ‘el giro pictórico’, el
cual considera la imagen como una compleja interacción entre visualidad
(registro visual), apparatus (medios de producción y circulación),
instituciones, cuerpos (reconoce la importancia del espectador) y figuralidad
(potencia de la imagen para representar el mundo).
Algunos autores como Burgin o Mirzoeff creen que la
creciente convergencia entre medios visuales hace inútil la tarea de abordar la
producción cultural visual en campos distintos: “at the level of reception, the
meanings of all products of contemporary culture tend to be cut from much the
same cloth: woven from intertextually interrelated but institutionally
heterogeneous strands of sense, originating in disparate times and spaces”
(Burgin citado por Dikovistkaya 31). Desde
mi punto de vista, uno de los riesgos de la cultura visual es precisamente
asumir que la visualidad de la cultura, para usar el término de Mirzoeff, está
borrando todas las especificidades, y que la construcción de significados o la
función de cada medio visual en la vida social es la misma. Tener en cuenta las especificidades mediales
no se trata de retornar a las jerarquías entre unos y otros, sino de reconocer
su conformación histórica y analizar la producción visual desde las
transformaciones y las relaciones entre ellos.
Precisamente en este momento donde la combinación de imágenes y medios
es más intensa, considero necesario dar cierta atención a lo específico y
evitar ver las fusiones y combinaciones como consecuencia obvia de la corriente
cultural. Creo que sólo así es posible
comprender la dinámica actual de lo visual y abordar su relación con lo social,
explicar lo que hay entre las fusiones y separaciones entre medios, los cambios
en los usos del material visual, los espacios de visualización, etc.
En su
ensayo introductorio al Reader de Mirzoeff, Ella Shohat y Robert Stam exploran
un aspecto de la cultura visual que no es tenido en cuenta por otros autores y que
considero vital para el análisis de la producción visual latinoamericana. Se trata del giro que la cultura visual
plantea en cuanto a la constitución de la tradición eurocéntrica del arte. Para
estos autores, la cultura visual interroga las formas en que la historia del
arte, y la misma cultura visual (en sus versiones centradas en lo
norteamericano y europeo) han sido narrativizadas en privilegio de ciertas
locaciones y geografías del arte sobre otras, manteniendo una historia lineal
en la cual se suceden, limpia y ordenadamente, el realismo, el modernismo y el
postmodernismo (27). En este sentido, al separarse de la historia del arte y al
desinstalar las jerarquías, la cultura visual hace posible trazar nuevas
relaciones y abordar la coexistencia entre lo pre-moderno, lo moderno y lo
postmoderno que se da a nivel global, pero varía de región en región. En cada cultura, los textos generados son “multiple,
hybrid, heteroglossic, unevenly developed, characterized by multiple historical
trajectories, rhythms and temporalities” (31), afirman los autores, y enfocan
su análisis en las estéticas alternativas ofrecidas por el tercer mundo, y por las
prácticas postcoloniales y minoritarias, en las cuales se evidencia un diálogo
productivo con occidente.
Limitando
su análisis al arte culto y al cine, Shohat y Stam exploran diferentes
iniciativas estéticas que han sido claves en la historia de la cultura latinoamericana,
tales como lo arcaico postmoderno, las subversiones carnavalescas, la
antropofagia modernista y la estética de la basura. Estas iniciativas han sido ampliamente
analizadas por otros autores, siendo la relación entre lo latinoamericano y lo
europeo, la tensión más visible; sin embargo, el aporte de esta propuesta está
en relativizar el uso de términos como lo postmoderno o lo premoderno, cuyos
rasgos se han presentado en diferentes geografías y diferentes momentos, sin
ser necesariamente réplicas o desviaciones de las mismas nociones entendidas en
el marco europeo norteamericano. Por
otra parte, Shohat y Stam invitan a un análisis policéntrico, es decir a abolir
lo europeo como centro y a optar por el establecimiento de relaciones más
horizontales entre subculturas visuales existentes insertas en diversas
tradiciones.
En la
multiplicidad de enfoques y formas de análisis que ofrece, el campo de la
cultura visual ofrece nuevas aproximaciones a los objetos visuales,
considerando su producción y consumo y abriendo la posibilidad de establecer
nuevas relaciones entre ellos (más allá de las jerarquías entre lo culto y lo
popular o lo masivo). También incorpora
a los individuos y grupos sociales que se relacionan con tales productos o
eventos, los modos de ver, los procesos de significación, así como los lazos de
lo visual con otras prácticas sociales y con el contexto.
Bibliografía (Para las tres entregas)
Bauman, Zygmunt. Liquid modernity. Malden,
MA: Blackwell, 2000.
Dikovistkaya, Margarita. Visual
culture: the study of the visual after the cultural turn. Cambridge, MA: MIT Press, 2005.
Evans, Jessica and Stuart Hall
(eds). Visual culture: the reader.
London : Sage in association with the Open University, 1999.
Giunta, Andrea. Avant-garde,
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-----. “Arte de los Sesenta en
Buenos Aires: palabras, imágenes, fronteras”. Versions and inversions: Perspectives
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museum of fine arts, 2006.
Martín Barbero, Jesús. De los
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Ediciones G. Gili, 1987.
-----. La telenovela en Colombia: televisión,
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2010.
Mirzoeff, Nicholas. The visual culture reader. London ; New York
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Revista Ramona. “Bola
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<www.boladenieve.org.ar>. Abril 2, 2010.
Solanas Fernando y Octavio Gettino. “Hacia un tercer cine”. Film Theory: An Anthology.
Ed. Robert Stam y Toby Miller.
Malden Masachussets:
Blackwell, 2000.
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